Crecí entre mujeres: mi madre, tres hermanas y mi tía Lola. De niña, mi precaria salud me llevó a estar mucho tiempo en casa. Recuerdo las tardes que pasaba con la tía Lola bordando y cosiendo trapitos: mantelitos, servilletas, pañitos…, bañadas por el sol que se colaba por la ventana, escuchábamos la radionovela de turno y charlábamos de esto y lo otro. La tía Lola me llevaba a las casas donde bordaba; allí le ayudaba a doblar la ropa, a recoger, incluso a planchar. A mí me encantaba, era como una aventura. Me hacía vestidos llenos de tiras bordadas, de e…