Siempre he sido incapaz de coger un lápiz, convencida de que trazaba únicamente garabatos horribles; y, sin embargo, desde pequeña amo el arte, en particular el arte abstracto, ése que muchos definen como “un revoltijo de garabatos que cualquiera puede hacer”, pero que a mí siempre me ha procurado alegría, estupor, ansiedad, maravilla, turbación, curiosidad, dicha, satisfacción, malestar, deseo de descubrir qué se esconde tras esa marca, esa mancha de color, ese corte, esa línea, ese desgarrón o esa quemadura…Por eso me ha encantado el libro Jugar a pensar de Irene de Puig y An…
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