Como yo lo veo, como yo lo leo

Se dirige a quienes viven o conviven con la dislexia en su casa o en el aula, y pretende ayudar a derribar el muro de incomprensión que tantas veces separa a las personas disléxicas de la felicidad.

Sheila nació en Palma en 2004 y tiene una hermana mayor. Comenzó su educación a los tres años y se cambió de un colegio público a un concertado católico en 2.º de primaria, donde estudió hasta 3.º de la ESO. Actualmente, estudia bachillerato de ciencias en un IES. Aspira a estudiar arquitectura y abogar por los derechos de personas con dislexia, buscando eliminar las barreras a las que se enfrentan.

A los 9 años, estaba retrasada en lectura, habiendo descartado razones como la adaptación o el esfuerzo. A los 10, tras tres evaluaciones especializadas, fue diagnosticada con dislexia y altas capacidades. Este diagnóstico cambió su enfoque de estudio y autoconcepto, necesitando adaptar sus métodos de aprendizaje y enfrentar un posible descenso en su rendimiento académico inicial durante su tratamiento logopédico.

Desconociendo inicialmente qué adaptaciones necesitaba para su dislexia, ella y su madre exploraron soluciones a través de congresos y consejos de expertos. Lograron adaptaciones educativas, incluido el uso de tecnología para igualar su ritmo de aprendizaje con sus compañeros. A medida que crecía, sus sensaciones y necesidades cambiaron, enfocándose en mejorar en áreas donde se sentía competente, como la plástica. A pesar de los desafíos, buscó inspiración en figuras famosas con dislexia, recordándose a sí misma que las adaptaciones no significan una disminución en su nivel académico.

En 2011, el cambio a un nuevo colegio trajo experiencias agridulces, incluyendo amistades memorables y momentos compartidos, pero también jerarquías sutiles, como por ejemplo las diferentes asignaturas en las que destacaba cada estudiante. Esta etapa, llena de vivencias y aprendizajes, culminó en 2019 con la decisión de buscar un cambio de ambiente en el instituto, motivada por el deseo de encontrar profesores que comprendieran mejor su situación, demostrando que el cambio fue positivo.

Desde su infancia, la madre de Sheila ha sido su principal apoyo en los estudios, especialmente tras el diagnóstico de dislexia. Adaptaron las técnicas de estudio a sus necesidades, valorando el equilibrio entre el rendimiento académico y el tiempo personal. Su madre, persistente, mantuvo constantes diálogos con el colegio buscando las mejores condiciones de aprendizaje. Su padre, también disléxico, juega un rol significativo en su apoyo, asegurando su presencia constante y su disponibilidad para cualquier necesidad.

Sheila experimentó una notable mejora en su educación gracias a una nueva profesora de historia que proactivamente se ofreció a adaptar su enseñanza a las necesidades de Sheila, sin requerir explicaciones previas. La disposición de la profesora para proporcionar esquemas, resúmenes y exámenes orales marcó un punto de inflexión positivo, convirtiéndola en la docente favorita de Sheila. Este apoyo individualizado, junto con el respeto y la comprensión de sus compañeros, destaca la importancia de la empatía y la adaptabilidad en el entorno educativo para estudiantes con dislexia.

Sheila participó en el I Premio Lego de Arquitectura organizado por el COAATMCA, construyendo un rascacielos moderno y un modelo uniforme repleto de oficinas, llevándose el premio a mejor Construcción de Lego y obteniendo un viaje a Legoland Berlin.

Comprender la dislexia es clave para la inclusión educativa. Quienes la experimentan enfrentan desafíos únicos en la lectura y escritura, confundiendo letras y luchando con la memorización. La dislexia requiere enfoques de aprendizaje visual y evaluaciones ajustadas, pues las habilidades varían y no reflejan la capacidad intelectual. En este sentido, la evaluación tradicional no mide adecuadamente sus habilidades, señalándose la necesidad de métodos personalizados.

Para Sheila, el sistema educativo actual aún no se adapta a la diversidad de habilidades y preferencias de aprendizaje del alumnado. A pesar de progresos como la inclusión de asignaturas más aplicables a la vida cotidiana, sigue siendo rígido. El ideal sería un modelo educativo centrado en el estudiante, que personalice el aprendizaje y considere diferentes métodos de asimilación del conocimiento. 

La dislexia, una condición minoritaria, puede llevar a sentirse aislado, pero con apoyo y reconocimiento de su esfuerzo, se vuelve manejable. La perseverancia es clave, y, aunque los retos son constantes, la actitud combativa define a quienes la tienen. El mensaje central es de valoración personal y lucha continua.